Con tu nombre en mis labios
y el te extraño en mis manos,
subí hasta donde cuelga la luna
para ahogar en su espejo
las ganas de saber de ti,
ribeteé en su aureola las horas
donde no estás y grabé con
tinta sangre los amaneceres
que han venido y los
atardeceres llenos de frío.
Guardé en su cara-luna
las perlas que mis ojos formaron
y entretejí en su espalda los
Te Quiero que mi boca no
ha mencionado.
Me quedé arrodillada a su pie
elevando una plegaria en
silencio,
adornada de estrellas mí
cabellera,
y con rayos de luz ante mis
ojos que figuran tu estela,
envolví mi cuerpo que
quiso hacer una oración
intensa por creerte tan cerca.