No es lo que vio mis ojos ante el cielo despejado.
No es lo que escuchó mis oídos ante el mar que se debatía
entre una ola y otra.
No fue la cama cubierta de azul iluminada por
las velas que encendiste, pacientemente, una a una.
Fue la sencillez con la que me hablaba tu boca.
Fue tu mirada que se maravillaba al contemplarlo todo.
Fue la honestidad de tu corazón que se abrió
como ese segundo amanecer que nos encontró
por la ventana.
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